
El amor urbano, rural, plural o singular,
profana, circunda y ahoga en un abismo negro y profundo sin poder digerirlo con
serenidad, pues a paso de llamas, prolifera y conquista hasta dictar nuevos
cánones, calando las venas y lanzando la imaginación al espacio, donde sus
grandes embudos lo mismo apartan, desgajan, sostienen o rehabilitan. Ya que su
soberbio enrejado, distrae, aficiona o desconcierta y agota a cualquier
pensamiento profundo, vuelve ciego, lejano y prolonga en el deletreo de un
nombre la alucinación colectiva por la que abandonas y retomas más de una vez,
pues sentir y comprender en la simpleza lo hace sublime.
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Besos