- Quise pedirle... pero mi timidez me lo impidió.
Lo recuerdo como si hubiera ocurrido ayer por la noche -hizo una pausa y poco a
poco le entró una risa que contagió-, justo delante de la iglesia, donde
pensamos que nos cubrían los árboles.
- Pensé que él era sólo una mala gripe -contestó
su amiga-, esas que te tienen 4 días en cama.
Sin importarle el comentario, ella continuó con
su relato.
- Nos miramos, yo profundamente herida sin poder
ignorar su pedantería aunque antes fui un cheque firmado en blanco con los ojos
cerrado; sólo para sondear, pregunté de forma sorpresiva ¿me amas? Con la
saliva brillándole en sus labios gruesos y carnosos, gritó con pueril asombro,
¿lo dudas? Estiró los brazos para alcanzarme, deje de llorar en silencio, él
también lloró y logró conmoverme pero ya nos habíamos hartado de hablar, y
parece que no hay marcha atrás.
Comentarios