
Ante mis ojos estábamos cerca del suelo, mirando
el final del romance profético de la luna con un rostro negro. Aptitud nupcial
en las tinieblas frente a un cielo que se viste y se desviste, en una
caprichosa combinación de colores, que al ahogarse en la luz, centelló desde
mis pupilas y hormigueó por todo mi cuerpo. Derroche que se fundió y estalló en
suspiros, abrió cerrojos e hincho de júbilo dejando atrás la resaca invernal.
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