En los últimos días he pasado de la alegría a la
euforia y después a la decepción, y no, no son mis hormonas, son las
posibilidades y las respuestas tardías, ¡y como me molesta esperar!, pero
bueno…es Navidad. Mas asaltada por la congoja y superada la madrugada, un tanto
histérica le escribí a mi tutor (el tercero), debo reconocer, que si dudo en
alguien, es en mí (y ese es mi mayor problema), por lo que su silencio después
de más de un mes me frustraba y me hacia suponer (otro problema mío, es suponer
y siempre lo peor), así, que sin rodeos me aventure a conocer por su boca lo
terrible que puede ser mi trabajo, aquel del problema epistémico de los
conceptos jurídicos, casi a los 20 minutos me contesto: pronto tendré sus
comentarios.
Y pronto es tan ambiguo como la esperanza, pero
es otra posibilidad, y con ella pude dormir casi a las tres de la mañana.
Mientras dormía muchas ideas se colaron en mi
cabeza por la almohada, desde mover los muebles de la cocina y el comedor,
pasando por la redecoración y acomodo de los juguetes de Mayté, hasta la
imperante necesidad de hablar inglés; hice mi lista de propósitos y comencé con
mirarme más al espejo, admito que antes fui terrible coqueta pero de un tiempo
(sin saber con exactitud desde cuando) apenas si me miro; reflexioné, por qué
me olvide de mi para pensar tanto en los demás, creo que fue desde que soy
madre, caí en la cuenta que Mayté es cada día más grande, más bella y más
berrinchuda e intolerante, me culpe (otro de mis complejos constantes:
culparme) Así que a mirarme al espejo se sumo poner limites a los demás,
comenzando con mi encantadora princesa.
Hoy el espejo esta junto a mi computadora, así
que pude verme toda la madrugada, la mañana y la tarde de hoy, note mi cara
reseca y volví a usar cremas, tengo enfrente una antiarrugas de Lancóme muy
cara que compre hace tiempo, y creo volveré a maquillarme.
Gracias por estar aquí y hacerme compañía.
Los quiero.
Besos
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