Era un chico rudo bien gobernado quién nunca supo
lidiar con el orgullo, fue rehén de su propio infierno: el de tener siempre
puesta una mascara; pero murió a plazos en medio de conversaciones forzadas
repletas de monosílabos, cuando sus ojos dejaron de brillar al mirarme, y por
eso, me quede callada.
Creí me sentiría inútil, que rompería a llorar y
me faltaría el aire, pero tras su funeral, estoy agradecida por tener paz,
mantengo la mirada en mi propia vida y no temo que se borren de mi piel sus
caricias.
Comentarios
Aullidos para ti.
Mañosa siempre he sido, lo que pasa es que no me conoces.
Besos
Saludos y Abrazos
hozbelya, hay historias que se repiten con tanta familiaridad que debería haber guía de instrucciones a las puertas del metro, para leer de boleto.
Besos