Día 12: Cómplices

Confieso soy víctima del nihilismo y babeo nostalgia mientras sonrío con la ambición ciega que tienen los soñadores, al recordar. Ser emprendedora es tener un o una cómplice. Y en estos casi 5 años he podido compartir momentos mágicos con personas que facilitan mi camino a la redención.


Sí, sé que ayer dije que era brillante, pero la verdad, es que me equivoco con cosas simples como los acentos o el uso de la “h”, no siempre digo cosas complejas y desafiantes, ni tengo un equilibrio mental sobresaliente (recuerden lo que les dije de mi madre). Así que de cada uno aprendí algo, desde hacer smoothie o arroz de coliflor, hasta levantarme de una entrevista e irme cuando alguien me falta al respeto: el coraje no es ornamentarío.
Me encanta haber crecido entre sus diferencias y como camaleón reconstruirme día a día: hacerme fuerte.
Risas, planes y castillo en el aire aderezados de buenos ratos mientras bailan las ideas tomando café, es una escena que se multiplica en un cielo quieto, hacinado por el arrullo de las nubes, a lado de los amigos.
A cada uno lo honro aunque el temor mezquino y la periferia del ruido, separe. A veces perdemos la brújula. Todos tenemos derecho aislarnos y hacer un voto de silencio.
Hilos que se enredan entre sí para deletrear que llegué tarde: pudimos haber sido…
Por eso reencontrar a Vanessa me hace tanto bien.
Tintinea una posibilidad y aunque la he vivido antes, la brevedad de la belleza o la belleza de la brevedad me hace intentarlo una vez más.
Gracias por estar del otro lado del whatsapp.
Sigamos trabajando.

P.D. Te doy permiso de observarme 366 días en mi camino por ser emprendedora. Va la canción del post. ¡¡Los amo!!



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