Busquemos excusas, leyes de probabilidad, hasta
que por inercia, iniciemos la marcha a una velocidad obscena en un camino de
piedras, que el dolor poco a poco se convierte en anestesia y no venden
permisos para tomar distancia ni retroceder.
Envejezcamos al presente sin giros
bruscos de guión, para atragantarnos con la tragedia y masticar la ruptura, como
un sonámbulo con síndrome de abstinencia que no entiende que el semáforo en
verde permite avanzar.
En el reparto, la gente estúpida no entiende y asume
alcanzar cuotas de sinceras y emotivas ganancias, por ignorar. Se cree suicida por no usar el cinturón de seguridad aunque sea
un cadáver de dudas en medio de la desilusión.
A mí no me vacunaron contra el virus de la resignación, y el amor es sólo un vicio más.
A mí no me vacunaron contra el virus de la resignación, y el amor es sólo un vicio más.
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