El mínimo común para coincidir nunca fue la
razón, sino esa sucesión indefinida de lealtades con las que creíamos poder definir al mundo, aunque sólo fue un rato de atención en medio de la flaqueza humana.
Ahora sé, que sólo se necesita quedar un rato a solas para que los propios pensamientos, en palabras de
otros, dejen de ser preguntas y terminen con las dudas.
Comentarios