Nunca
dije que este plan sería perfecto o sencillo y no es un concurso de obviedades
que se rellene con la inercia de las palabras, en medio de un ataque de
soledad; pero si has de estar en mi cabeza, hagamos una fiesta, con suerte no
llegaremos a ninguna parte a pesar de las ganas. Es fácil aferrarse a la
ficción, porque aunque la factura de un corazón roto nunca podrá saldarse, al
menos, ya no estará en números rojos.
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