Cómo deleite la pupila, o por qué me vi sencillamente: ¡espectacular


Inicié cual ruta de microbús Aeropuerto-Coyoacán-Nápoles-Del Valle-San Antonio Abad para terminar de nuevo en Coyoacán, sentada, bebiendo te con leche. Leyendo en el periódico las noticias que descargué en mi BB a las 4 de la mañana. Mirando los árboles mientras esperé que mi reloj marcara las 2:30 de la tarde. 

El día se fue sin sentirlo, entre el tarareo de “Pienso en ti” y el barullo del tráfico al pasear sobre Tlalpan, si se puede pasear con un micro vestido negro sin sentir los nervios habituales del miedo por los vistazos sobrecargados. Pues las miradas arreciaron y resbalaron por mis curvas como avancé tres cuadras, con lentitud las esquivé, al incrustar mis ojos con descuido en los aparadores, y durante unos segundos me sentí maniquí que respiraba, lentamente, en el último aletazo del invierno.


Ayer, bajo el tumulto del medio día lo contemplé colgado, sugerente e incomodo entre una hilera de ropa. Muestrarios de ofertas que tendidos ansiaban vivir: nació el amor: fue a primera vista, y hubiera sido una crueldad pasar de largo indiferente si consideramos el 2x1 y los meses sin intereses. De madrugada, bajo la complicidad del vestidito me auto endulcé el ego, y dichosa me entregué a la complejidad de lo cotidiano con un humor ácido. Subí al auto sin importar que estuviera helando, creció el día hasta que terminé sugerente entre una hilera de personas: camaleónica, sencillamente: ¡espectacular!

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