Sobrenombre


La de los días de lluvia me nombró, por haberme conocido tras una sombrilla que el viento me había arrebatado. Chocamos. Lo tiré al piso y de un instante a otro nos sentimos conocidos. Al empezar a salir solía bromear con mi sobrenombre, como si él hubiera tenido una mujer por cada estación del año. Nos gustó querernos, y llegamos a pensar que sería por una eternidad. Hasta que, como la lluvia, el cáncer lo arrancó de mis manos. Corrí, choqué, caí al suelo pero ahora nadie estuvo a mi lado, aunque con cada gota que cae del cielo cuando llueve, pienso me sigue acompañando.

Comentarios

Palomilla Apocatastásica ha dicho que…
La lluvia también ayuda a lavar y a limpiar los dolores del alma.